PROVINCIA DE LA GALIA.
LOS
FRANCOS.
En las crónicas
de los años 406-409, los francos no suelen mencionarse con frecuencia. Este grupo se divide en dos principales: los francos salios y los francos ripuarios. Ambos son los
pueblos germánicos más romanizados del Imperio romano de Occidente, situados al
otro lado del limes, con el Rin como
frontera desde el siglo III. A pesar de esta barrera, el contacto con el
Imperio era constante, manteniéndose un activo comercio en ambos lados del limes. Los francos fueron contratados por el emperador Honorio para controlar la frontera del Rin, pero su lealtad
fue desafiada por Constantino en el 406. En esta pugna de poder,
ingresaron en territorio romano los vándalos,
suevos y alanos,
quienes, al dejar
de recibir paga, atacaron y saquearon ciudades, ya que el Imperio no
tenía medios para frenar estos ataques. Constantino y Honorio, incapaces de
remunerar a sus tropas, terminaron perdiendo el control.
Los francos,
que controlaban la desembocadura del Rin, se mantuvieron autónomos, logrando un
equilibrio con la población galorromana que se preservó hasta el año 476.
Clodoveo
I (481-511) consolidó el reino franco como entidad
política. Aunque su padre y abuelo
habían sido reyes de los francos, Clodoveo fue quien se proclamó soberano del
territorio franco. Aprovechando la debilidad del Imperio, anexó las plazas que
aún le pertenecían y, en 487, incorporó la prefectura y la estructura
administrativa de la diócesis de la Galia. En el 496, se enfrentó al pueblo de
los alamanes en el occidente de Suiza y, en el 507, ocupó el territorio
restante de los alamanes, expulsando a los visigodos.
Para ganarse el
apoyo de la población cristiana católica de su reino, Clodoveo se convirtió al
cristianismo niceno en 508. Este
hecho le dio legitimidad como rey y sentó las bases del derecho germano-romano, combinando aspectos del derecho
romano con los del derecho
franco. Instituyó la ley
sálica, que prohibía a las mujeres heredar el trono, generando problemas
sucesorios en la línea masculina.
Los francos
dividían los territorios en función de sus hijos
varones, una práctica
que sería imitada por otros reyes. Con la muerte de
Clodoveo en 511, se instauró un sistema político complejo que perduró durante
dos o tres siglos: sus hijos heredaron partes del reino, y sus descendientes
mantuvieron estos dominios, aunque si uno de ellos lograba conquistar o
sobrevivir a los demás, gobernaría sobre el conjunto de los reinos.
Así se configuró la dinastía merovingia (481-751), con
territorios autónomos pero
interconectados, como París o Armórica, Reims o Austrasia, Soissons o Neustria,
y Orleans. Los cuatro territorios contaban con sus propios reyes, pero solo uno
era reconocido, sin tener poder sobre los demás. A pesar de esta fragmentación
política, la sociedad galorromana continuó cohesionada bajo los reyes
merovingios.
Reino Burgundio: El reino burgundio
tuvo un primer intento de consolidación antes del 443, pero los hunos lo desestabilizaron, dispersando a su población. Diez años después,
se reunieron en la región actual de Borgoña, un
territorio que luego se convertiría en un importante ducado histórico.
El reino burgundio se refundó en el 443 y jugó un papel importante junto a los francos y visigodos
en la batalla de los Campos Cataláunicos en el 451, cuando las fuerzas hunas,
después de décadas de incursiones desde Europa Central, intentaron una invasión
definitiva del Imperio. En este año, Atila fue derrotado por una coalición de
romanos, francos, burgundios y visigodos, frustrando su
intento de conquistar la Galia.
Tras la batalla, el Imperio romano de
Occidente asentó a los visigodos en Aquitania, al suroeste de la Galia,
y a los burgundios como
federados en la zona del Ródano,
un paso estratégico entre los Alpes y la Galia. Los burgundios tenían
una función militar, encargados de proteger las rutas
comerciales y de detener a los bagaudas,
grupos armados de bandidos que asolaban la región.
Cuando el Imperio Romano
de Occidente colapsó,
los burgundios mantuvieron su autonomía y comenzaron a autodenominarse reyes del
territorio que ocupaban, incluyendo a la población galorromana local.
En el 534, el reino burgundio fue conquistado por un rey merovingio, y su territorio se integró en el reino de Austrasia. Con esta
conquista, el reino burgundio desapareció como entidad independiente, aunque su
legado territorial e histórico persistió en lo que posteriormente sería
conocido como el ducado de Borgoña.
LOS GODOS.
Los godos se originan en Gotland. Entre los siglos I a.C. y II d.C., comienzan un período de expansión hacia Europa Continental, favorecido por condiciones climáticas favorables. En el siglo II d.C., emigran desde la península escandinava hacia el norte de Europa, estableciéndose en el continente. A partir de allí, avanzan hasta la región de los sármatas, en la actual Ucrania, una zona rica en recursos agrícolas, especialmente en grandes campos de trigo. Permanecen en esta región hasta finales del siglo IV, cuando la llegada de los hunos los obliga a desplazarse hacia el limes, dividiéndose en visigodos (al oeste) y ostrogodos (al este).
Los visigodos intentan en varias ocasiones incursiones en la región balcánica del Imperio Romano, con el objetivo de negociar un acuerdo de federación, pero sin éxito. La presión de los ataques hunos los obliga a abandonar sus tierras y a buscar una región segura. Son los primeros en atravesar el limes sin permiso y enfrentan numerosas derrotas en sus intentos de establecerse en distintas áreas, incluyendo Italia, de donde también son expulsados. En el año 410, en un momento de crisis interna en el Imperio Romano de Occidente —marcado por la disputa entre Constantino en Britania y Honorio en Galia— los visigodos logran entrar en el territorio romano. Aprovechando este contexto de conflicto, Honorio finalmente accede a federarlos en el 418, otorgándoles territorio en Aquitania.
Como federados del Imperio Romano, los visigodos reciben la responsabilidad de mantener la paz en su territorio y ejercer control sobre otros pueblos germánicos. Con el acuerdo de federación firmado con Honorio, se les asigna también la misión de expulsar a los suevos, alanos y vándalos de Hispania. Los vándalos ocupaban la región de la Bética, los suevos estaban en la Gallaecia y los alanos y vándalos en la Tarraconense.
La campaña de 418 para desalojar a los suevos, alanos y vándalos no se completa plenamente: los suevos permanecen en Gallaecia, mientras que los alanos se fusionan con los vándalos, quienes optan por trasladarse al norte de África, donde encuentran una situación política favorable y evitan enfrentarse a los visigodos.
Los visigodos establecen su sede en Tolosa (Toulouse) y envían periódicamente tropas a Hispania o al sur de la Galia para
mantener el orden y afrontar posibles conflictos. En 507, en la batalla de
Vouillé, son derrotados por los francos, lo que los obliga a abandonar sus
territorios en la Galia y a establecer su capital en Toledo, en Hispania.
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