BIZANCIO

 

DINASTÍA HERACLIANA (610 695)

Tras un breve periodo de anarquía interna durante el reinado de Focas (llamado usurpador), es instaurado en el trono Heraclio (610-641). Hará frente a varios problemas.

  1. Persia: durante los primeros años Cosros II empieza a conquistar gran parte de territorios bizantinos de manera arrolladora entre los años (611 y 619). Esto se debe a que eran monofisitas y la población lo quería porque no les privaba de predicar su religión. Decide conquistar Armenia, Antioquia, Egipto Damasco, Dara, Jerusalén y Calcedonia, todos los territorios que eran monofisitas, ya que, como ven que no les van a perjudicar les abre las puertas a sus tropas.
  2. Hispania. En el 627 se expulsan a los bizantinos de manera definitiva.
  3. Italia. Los lombardos han ocupado el norte y parte del Exarcado de Rávena, así como han fundado los ducados de Spolteto y Benevento.
  4. Balcanes. Ávaros y eslavos comienzan a asentarse en el Sur del Danubio y a lanzar ataques contra Tracia, llegando muy cerca de Constantinopla en el 617. Croatas y serbios se harán federados de Bizancio, los búlgaros y jázaros mantendrán periodos de colaboración con estos y perderán el dominio del Danubio. El Imperio Bizantino pactaría con los eslavos para poner en contra a unos eslavos contra otros.

Respecto al Imperio Sasánida se llega al paroxismo de la guerra entre 622 y 629. Heraclio se encamina para a atacar la capital del Imperio Sasánida (Ctesifonte), lo cual era un gran riesgo ya que podrían fracasar en su empresa y dejar desprotegido su territorio. Con el pretexto para llamar a defender la fe (como una especie de cruzada 100 años antes) reunirá una gran cantidad de tropas para el ataque.

Ante esta situación Cosroes II pagará a los avalos para atacar a Constantinopla, lo cual, resultó en un tremendo fracaso, llegando a sentenciar de muerte a este Imperio.

A partir del 622 aparece un nuevo actor en el mapa político, los musulmanes. Hay que sumar 622 años de la égida a las fechas de los documentos musulmanes para llegar a nuestro calendario actual.

Política exterior:

Durante este período Bizancio se vio amenazado por el surgimiento del Califato árabe, lo que condujo a pérdidas territoriales. A partir de la década del 630 el imperio perdió Siria, Palestina y Egipto, zonas que eran claves para el control económico y político. Entre el 660 y el 670 los musulmanes avanzaron sobre le norte de África.

El Imperio enfrentaba presiones en los Balcanes, donde varios pueblos eslavos y los recién llegados búlgaros se asentaron en territorios imperiales. Aunque Bizancio perdió un control directo sobre gran parte de los Balcanes, a menudo empleaba una diplomacia flexible y negociaciones para mantener a raya a estos pueblos o usarlos como aliados frente a otros enemigos.

El uso del fuego griego fue una invención militar de gran relevancia, permitió a Bizancio resistir los ataques navales musulmanes, salvando así la capital y manteniendo el control del mar Egeo y las rutas comerciales, lo que aseguró su supervivencia a pesar de las pérdidas territoriales. El fuego griego fue un compuesto inflamable que ardía incluso en contacto con el agua, lo que daba a los bizantinos una ventaja en las batallas navales.

El fracaso del Califato Omeya para conquistar Constantinopla en varias ocasiones fue clave para la supervivencia de Bizancio. Esto también frenó temporalmente la expansión árabe hacia Europa oriental.

En Italia, los lombardos consolidaron su poder durante el siglo VII, reduciendo aún más la presencia bizantina en la península. Aunque Bizancio mantuvo algunos territorios en el sur y las zonas costeras, como Ravena y Nápoles, la mayor parte de la península cayó bajo control lombardo.

Antes de la expansión de los árabes, Bizancio también enfrentó décadas de guerra con el Imperio Sasánida. La guerra bizantino-sasánida (602-628) debilitó gravemente a ambos imperios lo que facilitó la expansión musulmana. Aunque Heraclio logró una victoria crucial contra los persas en 627, la debilidad residual del Imperio Bizantino fue un factor determinante para su incapacidad de resistir las invasiones árabes.

Para finales del s. VII el Imperio Bizantino había reducido su extensión territorial a Asia Menor, parte de los Balcanes y algunas islas y territorios en Italia y Grecia. Sin embargo el hecho de que Constantinopla permaneciera segura y que Bizancio mantuviera el control del mar Egeo y el acceso a las rutas comerciales orientales permitió la supervivencia de un imperio mucho más pequeño y militarizado.

En ocasiones, Bizancio firmaban treguas o alianzas temporales con los musulmanes o los búlgaros para centrarse en otro frente de batalla. El uso de tributos y concesiones territoriales se convirtió en una estrategia habitual para evitar conflictos en múltiples frentes al mismo tiempo.



Política interior:

Uno de los cambios más significativos en la estructura interna del Imperio fue la introducción del sistema de themas bajo el emperador Heraclio y sus sucesores. Este sistema, que reorganizó las provincias del Imperio en distritos militares gobernados por estrategos, surgió como respuesta a la presión externa, en particular la amenaza de los árabes y otros invasores. Los estrategos eran responsables tanto de la administración civil como de la defensa militar de sus respectivas regiones, lo que daba lugar a una militarización progresiva de la sociedad bizantina.

A nivel social, esto transformó la estructura del ejército, sustituyendo en gran medida a los mercenarios por campesinos-soldados conocidos como estratiotas. Esta estrategia no solo permitió una defensa más efectiva del Imperio, sino que también redujo los costos del Estado al no depender de mercenarios profesionales y promovió la pequeña propiedad agrícola, ya que los campesinos estaban incentivados a defender las tierras que trabajaban.

El reinado de Constantino IV (668-685) (¿) también estuvo marcado por las disputas religiosa y los conflictos internos. Constantino intentó consolidad el poder en Italia, pero enfrentó la oposición tanto del clero como de la nobleza, además de continuar con la pérdida de territorios cruciales como Egipto. A su muerte el Imperio entró en una fase de inestabilidad y luchas faccionales con varios golpes de estado y cambios abruptos en el liderazgo. No fue hasta el ascenso de León III el Isáurico (717-741) que el Imperio recuperó cierta estabilidad. León III implementó reformas administrativas y promulgó la Ekloga, una reforma legal que redujo las penas corporales y favoreció los castigos más moderados. Estas medidas reforzaron el papel central del Estado en la vida social y económica de Bizancio.

En el ámbito religioso, la pérdida de las provincias monofisitas (Siria, Palestina y Egipto) bajo el control musulmán eliminó uno de los principales problemas internos del Imperio. Antes de estas pérdidas, el conflicto religioso entre los monofisitas y los calcedonianos había debilitado la cohesión interna de Bizancio. Los monofisitas, que no aceptaban las decisiones del Concilio de Calcedonia (451), representaban una parte significativa de la población en las provincias orientales.

Con la pérdida de las provincias monofisitas (Siria, Palestina y Egipto) bajo control musulmán, el conflicto religioso relacionado con el monofisismo perdió relevancia dentro del Imperio. Al desaparecer estos territorios, que habían sido el principal bastión de la doctrina monofisita, la cuestión dejó de ser una amenaza significativa para la cohesión interna del Estado. Sin embargo, las relaciones con el Papado continuaron siendo tensas, ya que el emperador bizantino seguía ejerciendo una considerable influencia sobre el Patriarca de Constantinopla, mientras que los Papas en Roma buscaban mayor autonomía e independencia. En el Concilio de Constantinopla de 680, se reafirmó el credo ortodoxo de Calcedonia, consolidando así la posición ortodoxa como doctrina oficial del Imperio, y poniendo fin a las disputas monofisitas dentro de las fronteras bizantinas.

Tras el reinado de Constantino IV (668-685), el Imperio entró en una fase de inestabilidad marcada por luchas entre facciones internas, que llevaron a un estado cercano a la anarquía. Las continuas disputas dinásticas y los golpes de estado debilitaron el control central. Este periodo de caos persistió hasta el ascenso de León III el Isáurico (717-741), quien restableció la estabilidad. Durante este tiempo, fuerzas externas como los búlgaros y los jázaros intervinieron en las luchas internas, apoyando a diferentes bandos en sus intentos por influir en los asuntos internos del Imperio.

SOCIEDAD, ECONOMÍA Y CULTURA BIZANTINAS S. V-VII


En el siglo IV, el Imperio Bizantino contaba con aproximadamente 26 millones de habitantes. Sin embargo, la peste recurrente frenaba el crecimiento de la población. Las principales ciudades del Imperio tenían poblaciones destacadas: Constantinopla albergaba entre 600.000 y 1 millón de habitantes, Alejandría alrededor de 600.000, Antioquía contaba con 300.000 habitantes, mientras que ciudades como Apamea, Edesa y Jerusalén tenían alrededor de 100.000 habitantes. Las ciudades de los Balcanes eran, en comparación, las menos pobladas. La sociedad bizantina estaba claramente dividida en estratos jurídicamente definidos:

Potentiores: Este grupo formaba la élite y estaba compuesto por la aristocracia civil, militar y religiosa. Eran propietarios de grandes tierras y ejercían funciones administrativas y militares importantes. También tenían acceso a privilegios económicos y políticos que no estaban disponibles para el resto de la población.

Humiliores: Era la mayor parte de la población, subdividida en una clase media y una clase baja. La clase media estaba formada por artesanos y comerciantes, mientras que la clase baja incluía a campesinos, asalariados, pequeños comerciantes y artesanos.

Dentro de la amplia masa de campesinos, existían 2 tipos: coloni (Campesinos libres que, aunque no eran esclavos, estaban obligados a pagar tributos a los terratenientes por el uso de las tierras) y douloi (Siervos que no poseían libertad jurídica y dependían directamente del terrateniente, de forma similar a la servidumbre feudal.)

Los grandes latifundios, como los que poseía la familia Apion en Egipto, funcionaban como pequeñas ciudades-estado, con una organización compleja que incluía redes de funcionarios, sistemas de transporte propios, soldados privados y hasta cárceles. Esto permitía a los grandes terratenientes gestionar sus tierras de forma autónoma y mantener el control económico y social sobre vastas áreas del Imperio.

A partir del reinado de Heraclio (610-641), las reformas administrativas y militares transformaron la sociedad bizantina. Con la introducción del sistema de themas, los campesinos-soldados (estratiotas) adquirieron una mayor relevancia. Estos campesinos eran responsables de la defensa de las fronteras del Imperio, a cambio de pequeñas propiedades de tierra. Este sistema no solo fortaleció la defensa del Imperio frente a los invasores musulmanes y eslavos (Limitanei y stratiotas), sino que también redujo la dependencia del ejército mercenario y promovió el crecimiento de la pequeña propiedad agraria.

Con la militarización y la reorganización del Imperio, los cargos públicos y las profesiones relacionadas con la administración también se hicieron hereditarios, especialmente en los sectores clave para el Estado, como los gremios (collegia) y los recolectores de impuestos. Esta herencia laboral no era homogénea en todo el Imperio, lo que permitía cierta flexibilidad y movilidad social en algunas áreas.

El «circo» o Hipódromo de Constantinopla y su impacto:

  1. «Azules» facción de carácter aristocrático, no solo incluye a estos sino a todos aquellos que trabajan para los aristócratas, ortodoxos.
  2.  «Verdes»: facción popular, monofisitas.
  3. Participaban en la vida pública (reconstrucciones, defensa, deposiciones, celebraciones, reuniones, etc.)

ECONOMÍA BIZANTINA

El Imperio Bizantino, a pesar de las amenazas externas y las pérdidas territoriales, supo adaptarse mediante el establecimiento de nuevas rutas comerciales que le permitieron mantener su posición en el comercio internacional. Un ejemplo clave fue el acuerdo con el Reino de Axum (en la actual Etiopía y Eritrea) a través del Mar Rojo. Este pacto facilitó el comercio directo con el Lejano Oriente, permitiendo la importación de productos de lujo como la seda, las especias (pimienta, clavo, canela) y otros artículos de alta demanda en Europa. Gracias a estas rutas, Bizancio podía eludir los territorios controlados por Persia y Mesopotamia, quienes competían por el control del comercio oriental

A través del Mar Rojo, Bizancio también importaba productos africanos como oro, incienso y marfil, que luego eran distribuidos por el Mediterráneo. Este comercio fue una fuente importante de ingresos para el Estado, y Constantinopla actuaba como un nodo central entre Oriente y Occidente. La capacidad del Imperio para adaptarse a nuevas rutas comerciales fue crucial para su supervivencia, sobre todo cuando las tierras del Levante fueron conquistadas por los árabes.

El gobierno bizantino fomentó la producción interna, apoyando sectores estratégicos. La agricultura y la manufactura de productos de lujo jugaron un papel vital en la economía. Entre los productos que recibieron un apoyo estatal especial se incluyen:

·       Aceite de oliva: Cultivado en Grecia, este producto era esencial tanto para el consumo interno como para la exportación, formando parte de la dieta básica y de las actividades comerciales en el Mediterráneo oriental.

·       Trigo: De alta calidad y cultivado principalmente en Tracia, el trigo era clave para el aprovisionamiento de las grandes ciudades del Imperio, especialmente Constantinopla, que dependía de suministros agrícolas estables. Con la pérdida de Egipto, la principal fuente de trigo bizantino, otras regiones tuvieron que aumentar su producción.

·       Seda: Uno de los productos más valiosos de Bizancio fue la seda, que comenzó a producirse en el Imperio después de que los monjes bizantinos introdujeran el secreto de su fabricación desde China en el siglo VI. La seda bizantina se convirtió en un bien de lujo muy codiciado en Europa y Asia, y el Estado ejercía un control estricto sobre su producción para asegurar la calidad y regular su comercialización.

Además, el comercio de esclavos, armas, perfumes y joyas también desempeñaba un papel importante, con Constantinopla como centro de este comercio de lujo. La mayoría de estos bienes estaban gravados con impuestos indirectos llamados vectigalia, que eran fundamentales para las arcas imperiales

El Imperio Bizantino mantuvo un fuerte control estatal sobre los recursos estratégicos, una política heredada del Imperio Romano. El Estado era propietario de las minas, salinas y canteras, asegurando el suministro de metales preciosos, sal (necesaria para la conservación de alimentos) y otros minerales esenciales para la economía y la defensa. Estos recursos permitían al gobierno mantener su capacidad para acuñar monedas y abastecer a los ejércitos imperiales.

La agricultura continuaba siendo la base de la economía bizantina, pero con el paso del tiempo se produjo una transformación importante en la estructura de la propiedad de la tierra. A medida que los conflictos militares y las crisis económicas afectaron a los pequeños propietarios, muchos fueron obligados a vender sus tierras a los grandes terratenientes, lo que llevó a la creación de latifundios. Estos terratenientes controlaban vastas áreas de tierra y, aunque esto trajo consigo un aumento en la producción agrícola a gran escala, también significó la desaparición gradual de la pequeña propiedad, especialmente en las regiones más ricas del Imperio.

Una política clave en este proceso fue la epibolé, que consistía en la reasignación forzosa de tierras baldías a los grandes terratenientes, quienes eran responsables de cultivarlas y pagar los impuestos correspondientes. Sin embargo, la pequeña propiedad agrícola no desapareció por completo, ya que con la introducción del sistema de themas (provincias militares) y los estratiotas (campesinos-soldados), el Estado fomentó la asignación de tierras a los soldados para garantizar la defensa del Imperio

El sistema monetario bizantino, basado en el solidus de oro, fue uno de los más estables y respetados del mundo medieval. El solidus, introducido por Constantino el Grande, tenía un valor intrínseco muy alto y era utilizado no solo dentro del Imperio, sino también en las transacciones internacionales, lo que le daba al Imperio una gran ventaja en el comercio. La fiabilidad del solidus como moneda fue imitada por otros estados, desde Europa occidental hasta el mundo islámico

En cuanto a los impuestos, el principal tributo en Bizancio era la crisotelia, un impuesto territorial que se pagaba en metálico. Este sistema de impuestos, basado en la tierra, permitía al Estado financiar sus actividades, incluidos los gastos militares, la construcción de infraestructuras y la administración pública. Los ingresos fiscales eran cruciales para mantener al ejército bizantino, especialmente en un contexto de constante presión militar por parte de los árabes, eslavos y búlgaros.

CULTURA BIZANTINA

Durante esta época, Bizancio experimenta un triple proceso cultural compuesto por tres ejes interconectados:

1.     Cristianización: Este proceso es particularmente significativo debido a la estructura social urbana de Bizancio, lo que facilita una mayor cohesión y vertebración social en torno al cristianismo. La cristianización se desarrolla de forma escalonada a través de una serie de concilios que establecen los dogmas fundamentales del cristianismo, muchos de los cuales son hoy en día pilares tanto en la iglesia ortodoxa como en otras tradiciones cristianas. Este proceso de cristianización abarca todos los aspectos de la vida en Bizancio, influenciando desde el nacimiento hasta la muerte de sus habitantes y generando un eco importante en Occidente. La adopción del cristianismo conlleva una mayor participación y compromiso social en las disputas religiosas, que no solo definen la fe sino también la identidad de la población bizantina.

2.     Helenización: La helenización es uno de los aspectos que diferencia claramente al Imperio Romano de Oriente del de Occidente. En Oriente, el griego es la lengua principal, mientras que en Occidente predomina el latín. Aunque el latín se utiliza en Bizancio a nivel administrativo y militar hasta la época de Justiniano I, progresivamente es sustituido por el griego. Durante el reinado de Heraclio, el ejército bizantino deja de estar compuesto por mercenarios, en su mayoría latino parlantes, y pasa a estar integrado por ciudadanos del imperio, fortaleciendo así la identidad griega. La fundación de la Escuela Superior de Constantinopla en el año 425, con 31 cátedras, de las cuales la mitad ya impartían enseñanza en griego, evidencia el avance de la helenización en la educación superior. A nivel religioso, la cristianización se lleva a cabo en griego, idioma utilizado por el clero y en el que se celebran los ritos litúrgicos, incluyendo la liturgia. Además, la helenización se extiende a territorios más periféricos, como Armenia, Anatolia, Siria- Palestina y Egipto, los cuales adoptan el griego como lengua común. En esta época, el griego no solo se convierte en el idioma litúrgico sino también en el de la administración, la cultura y la educación.

3.     Orientalización: En Bizancio, las ideas de representación política no proceden únicamente del legado romano y helénico, sino también de influencias orientales provenientes de Persia, India y China. Estas influencias penetran primero en los sasánidas y luego en Bizancio, que asimila sus formas de representar el poder. A diferencia de la Roma clásica, donde el emperador obtenía legitimidad a través del Senado y de su divinización, en Bizancio se desarrolla la figura del «autócrator», el emperador como elegido por Dios. En el arte bizantino, la representación simbólica y visual del poder, que se observa en edificios como la iglesia de Santa Sofía en Constantinopla, manifiesta un estilo artístico de origen oriental caracterizado por el uso de mosaicos, esculturas y pinturas con un profundo simbolismo. Santa Sofía, construida entre 532 y 537 bajo el patrocinio de Justiniano I, no solo cumple una función religiosa sino también política, como espacio que simboliza la conexión entre el poder divino y el terrenal. A nivel artístico, se observa una transformación: la profundidad y la perspectiva son reemplazadas por la bidimensionalidad, el fondo etéreo y el uso de colores simbólicos, como el púrpura para los emperadores, el dorado para lo sagrado y el blanco para la pureza.

Durante el reinado de Justiniano I, Bizancio vive una etapa de esplendor cultural, especialmente reflejada en el arte y la arquitectura. Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles, arquitectos de renombre, diseñan y construyen la monumental iglesia de Santa Sofía, un «Edificio dedicado a la Santa Sabiduría de Dios» que se erige como símbolo de la unión entre la autoridad divina y la política. La construcción de este edificio, aislado de otros espacios urbanos, marca un avance en la orientalización del arte bizantino, ya que convierte el espacio sagrado en un centro de relevancia política. A diferencia de la arquitectura religiosa romana, donde el culto y la representación del poder se realizaban fuera de los templos, en Bizancio, la iglesia se convierte en el espacio donde el pueblo se reúne para la misa, dotándola también de un sentido político.

A nivel intelectual, la élite bizantina recibe una educación basada en los modelos griegos clásicos, complementada con una profunda formación teológica y filosófica. En el arte, se prioriza la representación de la realidad trascendente sobre la natural, lo cual se refleja en la bidimensionalidad de las obras, la eliminación de la perspectiva y la jerarquía visual. Esta simbolización contribuye a consolidar un canon artístico caracterizado por la combinación de colores y formas abstractas que representan conceptos religiosos y políticos.

En derecho, Bizancio destaca con dos hitos fundamentales: el «Codex Theodosianus» de 438, primer esfuerzo legislativo relevante, y el «Codex Justinianus» junto al «Digesto», compilados bajo la supervisión de Triboniano. Estos textos establecen las bases jurídicas del imperio y tienen una influencia duradera en el desarrollo del derecho occidental.

En el ámbito de la historia, Procopio de Cesárea sobresale con su «Historia Secreta», escrita poco después de la muerte de Justiniano I, y su «Historia de las Guerras», donde relata las campañas militares que presenció como secretario del general Belisario. Sus relatos ofrecen una visión crítica de los eventos de su tiempo. Para el período post-justiniano destacan las obras de Agatías y, en cuanto a relatos de viajes, Cosmas Indicopleustes, cuya «Cosmografía Cristiana», escrita durante la época de Justiniano I, documenta no solo los lugares visitados sino también sus características culturales y geográficas.

La poesía de Bizancio incluye tanto obras de corte clásico como poesía religiosa en forma de himnos y canciones sacras, escritas en griego vulgar y con influencia siria. Esta poesía religiosa, donde sobresale la obra de Romano el Melódico, introduce una carga simbólica significativa en sus mensajes. También, durante esta época, Bizancio compila conocimientos sobre el mundo natural que posteriormente serán transmitidos a Occidente.

A partir del reinado de Heraclio, Bizancio experimenta una cierta «aridez» cultural debido a la inestabilidad política y militar. Se pierden varios centros culturales y se diluye el carácter policéntrico que había predominado hasta entonces. Bizancio deja de asimilar modelos externos y adopta una postura de rechazo hacia lo musulmán. Este proceso de concentración cultural se manifiesta en varios niveles: (1) Religioso, ya que con la pérdida de territorios monofisitas el imperio se unifica en torno a la ortodoxia; y (2) Social, con una creciente ruralización ligada a la aparición de los «temas», una estructura militar y administrativa que combina el trabajo agrícola con la defensa. Este fenómeno fortalece el control eclesiástico en el ámbito rural, ya que el clero ejerce una mayor influencia sobre la cultura y la vida diaria.

Finalmente, todas las poblaciones que se incorporan al ámbito cultural bizantino durante los siglos VII y VIII, incluyendo eslavos, croatas, serbios y búlgaros, reciben simultáneamente la herencia cristiana y helénica, completando así el proceso de helenización y cristianización en estas regiones.

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