LA CRISIS DE LA REPÚBLICA ROMANA: EL PODER PERSONAL Y LA CRISIS DE LAS INSTITUCIONES REPUBLICANAS
El poder personal y la crisis de las instituciones republicanas.
La República Cartaginesa fue aniquilada durante las guerras púnicas en el año 146 a.C., al igual que el Reino de Macedonia durante las guerras macedónicas. El Imperio seléucida, la principal potencia del oriente, pasó de ser una gran potencia a un segundo plano durante la guerra siria, y la sumisión de Grecia al poder romano consolidó a Roma como la dueña del Mediterráneo. En los siglos posteriores, Roma no enfrentó ningún enemigo organizado capaz de amenazar su existencia, solo algunos reinos como el Ponto, Numidia o Armenia causaron molestias regionales que fueron rápidamente resueltas.
En esta nueva era, el mayor desafío para la República romana provenía de sus propios enemigos internos, surgidos a raíz de los nuevos conflictos ideológicos y exacerbados por el extraordinario éxito romano. Estos desafíos sobrecargaron las antiguas leyes e instituciones republicanas, generando una profunda crisis del modelo estatal que fragmentó la sociedad romana. La República se vio sacudida por demandas sociales cada vez más intensas por parte de los pueblos italianos aliados de Roma, quienes carecían de ciudadanía romana y sufrían las consecuencias de las campañas militares sin acceso a las nuevas oportunidades ofrecidas por las conquistas territoriales.
Al mismo tiempo, la aristocracia y la clase política se beneficiaron enormemente de las nuevas adquisiciones en el mundo mediterráneo. Los tributos impuestos a Cartago, Macedonia y Siria, el botín extraído de las provincias y los beneficios del comercio aumentaron su poder y riqueza. Este nuevo poder les proporcionó recursos adicionales para perseguir sus propias ambiciones personales, a menudo en detrimento del bienestar del estado. En esta nueva era, las grandes fortunas permitieron establecer clientelas enormes que se utilizaban para ejercer influencia y comprar votos con el único fin de aumentar el poder personal a expensas de la legalidad, una enfermedad que, sin duda, fue el mayor problema de la República y la causa última de su desaparición.
Guerra de Yugurta (111-105 a.C)
Las divisiones internas dentro del Senado romano encontraron un nuevo motivo de conflicto en la ambición de Yugurta. Este individuo era nieto de Masinisa, quien había sido rey de Numidia, un aliado tradicional de Roma en África. Tras la muerte de Masinisa, su hijo Micipsa ascendió al trono, pero al fallecer Micipsa, sus dos hijos y su sobrino Yugurta disputaron la sucesión.
Dado el estatus de Numidia como estado cliente de Roma, el Senado romano tuvo que intervenir en esta disputa y procedió a dividir el territorio entre los contendientes. Sin embargo, esta solución no satisfizo a Yugurta. A pesar de las advertencias del Senado, y respaldado por algunos miembros de la aristocracia, Yugurta eliminó a sus dos primos y luego sitiío la ciudad de Cirta, donde también perecieron muchos comerciantes itálicos que residían en la capital númida.
Esta acción ya no podía ser justificada de ninguna manera y Roma se vio obligada a declarar la guerra en el año 111 a.C. Sin embargo, el primer cónsul que lideró el ejército romano contra Yugurta fue sobornado por el líder númida, aceptando condiciones de paz muy laxas que causaron vergüenza entre los líderes populares. Estos últimos lograron reiniciar el conflicto bélico. Además del soborno de algunos generales, la torpeza estratégica de otros contribuyó a una serie de fracasos en las operaciones militares. La amenaza númida se intensificó con la previsible alianza entre Yugurta y su suegro, Boco, el rey vecino de Mauritania.
En medio de este preocupante panorama, emergió la figura de Gayo Mario, un hombre de origen modesto que había sido procónsul en la Hispania Ulterior. Mario se destacó por su genio militar durante la campaña de 109 a.C. contra Yugurta, sirviendo como legado del cónsul Cecilio Metelo. Los populares lo elevaron como su líder y lo respaldaron en la campaña para las elecciones consulares del año 107 a.C., las cuales ganó. Posteriormente, Mario asumió el mando del ejército que finalmente derrotó a Yugurta en el año 105 a.C.
La resolución del conflicto, la habilidad estratégica de Mario fue determinante, pero también jugó un papel crucial la intervención diplomática de su cuestor, Lucio Cornelio Sila, quien negoció con el rey mauritano la entrega de Yugurta a las tropas romanas.
La Guerra Cimbria (113-101 a.C)
Mientras la guerra con Yugurta estaba llegando a su fin, otro conflicto mantenía ocupados a los ejércitos de Roma en la Galia. Dos pueblos germánicos belicosos, los cimbrios y los teutones, migraron desde la península de Jutlandia hasta los Alpes, cruzando el Danubio. Después de aplastar al ejército romano que intentó detenerlos en el año 113 a.C., se dirigieron hacia la Galia. En el año 105 a.C., mientras Mario estaba triunfando sobre Yugurta, otro ejército consular fue aniquilado en Arausio (Orange). La Galia Narbonense, Hispania y la misma Italia quedaron a merced de estos germanos, lo que provocó pánico en Roma.
De nuevo, la esperanza de una resolución favorable de la situación llevó a Mario a ser elegido cónsul para el año 104 a.C., y luego, sucesivamente, hasta el 101 a.C. Aunque la reelección era irregular desde el punto de vista constitucional, se justificaba por la urgencia de la situación que enfrentaba la sociedad romana. Sin embargo, la división, la desconfianza y las acusaciones de corrupción e incompetencia militar entre los líderes romanos acercaban cada vez más a la República al dominio personal.
Después de su victoria en Arausio, las dos tribus germánicas dividieron sus fuerzas en direcciones diferentes. Esta acción incomprensible debilitó su capacidad ofensiva y favoreció de manera decisiva las operaciones defensivas romanas. Mario derrotó a los teutones en Aquae Sextiae (Aix-en-Provence) en el año 102 a.C., y al año siguiente acabó con los cimbrios en el valle del Po. Roma evitaba así el problema más grave desde la guerra de Aníbal, y Mario se convertía en un héroe aclamado, siendo reelegido cónsul una vez más para el siguiente año (100 a.C.).
Las reformas de Mario
En su primera campaña contra Yugurta, Mario tomó una decisión que transformaría radicalmente la estructura social del ejército romano y los intereses de sus miembros. Hasta entonces, la recluta dentro de la organización ciudadana distribuida en los comicios por centurias provenía de los sectores sociales clasificados censitariamente como propietarios. Era un ejército cívico formado por aquellos que podían costearse los gastos de equipamiento. Mario estableció un ejército de voluntarios compuesto por proletarios rurales, a quienes prometió convertir en propietarios agrícolas tras su licenciamiento. Fueron equipados militarmente a cargo del erario público y entrenados rigurosa y metódicamente, transformándolos en un verdadero ejército profesional.
Era previsible, como ocurrió, que a partir de entonces los intereses y la lealtad de los legionarios estuvieran menos vinculados al Estado que a sus generales, quienes finalmente debían cumplir con la promesa de tierras públicas al abandonar el servicio militar. Esta conveniencia fue la que generó la alianza política entre Mario y Lucio Apuleyo Saturnino, tribuno de la plebe en los años 103 y 101. Saturnino llevó a cabo un programa de medidas populares, incluyendo la distribución gratuita de trigo para la plebe urbana y la concesión de tierras en la Galia y África para los veteranos de Mario. Todas estas acciones provocaron una radicalización del enfrentamiento entre los optimates y los populares, utilizando los tribunales de justicia en su beneficio propio, lo que destacó la importancia de que estos estuvieran compuestos por miembros de la nobleza senatorial o por caballeros, continuando una disputa que venía desde las reformas de los Gracos.
En las calles de Roma, la oposición entre ambas facciones creaba un clima de terror permanente. El Senado disolvía por la fuerza las asambleas donde se discutían proyectos de ley contrarios a sus intereses, mientras que los populares respondían con bandas armadas de proletarios rurales. En este clima de inseguridad ciudadana y desequilibrio político, se presentaron las elecciones para el año 99 a.C., cuando el asesinato de un candidato de la nobilitas dio la excusa perfecta para que el Senado dictara un senatusconsultum ultimum exigiendo el restablecimiento del orden público en Roma. Mario, como cónsul de la República, fue encargado de ejecutar la orden y, utilizando a los veteranos de su ejército, rodeó el Capitolio, donde se habían refugiado Saturnino y sus seguidores —los aliados populares que le consiguieron tierras para esos mismos veteranos—, y los dejó en manos de la plebe urbana que, incitada por los optimates, procedió a asesinarlos.
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