LA CRISIS DE LA REPÚBLICA: LA GUERRA DE LOS ALIADOS (91-88 a.C)
La Guerra de los Aliados (91-88 a.C)
Los problemas internos persistían sin resolverse en Roma debido a las propuestas revolucionarias de algunos y las obstrucciones de otros. En el año 91 a.C., el tribuno Livio Druso propuso un programa que incluía distribuir trigo a la plebe urbana, asignar tierras a la plebe rural, recuperar los tribunales para los senadores y ampliar el Senado con trescientos nuevos miembros de origen ecuestre. Sin embargo, su propuesta no fue bien recibida y Druso fue asesinado. Esto marcó el fin de las esperanzas itálicas de obtener la ciudadanía de manera pacífica, lo que llevó a una guerra entre ejércitos similares en Italia entre los años 91 y 88 a.C. A pesar de haber combatido juntos durante siglos, algunas ciudades como las etruscas y umbras permanecieron neutrales. Para resolver la guerra con sus aliados, el Senado decidió conceder la ciudadanía a los itálicos, asignándolos a ocho tribus romanas para evitar alteraciones en los comicios. Aunque algunas áreas se opusieron al acuerdo, Lucio Cornelio Sila terminó con su resistencia.
Primera Guerra con Mitrídates (89-85)
Durante la guerra itálica, Mitridates VI, rey del Ponto, aprovechó estratégicamente la situación para consolidar sus ambiciones territoriales sobre los países vecinos. Los excesos de la política romana en la próspera provincia de Asia y la avaricia de las compañías de publicanos que operaban en ella fueron hábilmente utilizados por Mitrídates para conquistar aquel territorio en el año 89 a.C., presentándose como libertador de la opresión de Roma. En la ciudad de Efeso, ordenó la eliminación de todos los comerciantes de origen romano e itálico establecidos allí, que según las fuentes ascendían a 80.000 personas. Una matanza similar tuvo lugar posteriormente en la isla de Delos, un próspero mercado de esclavos, donde otros 20.000 romano-itálicos fueron asesinados. Mitrídates logró unificar los sentimientos antirromanos en el oriente mediterráneo, e incluso Atenas se unió al levantamiento.
Para liderar la campaña contra Mitridates, se eligió a Sila, uno de los dos cónsules del año 88 y reciente vencedor de los últimos bastiones itálicos. Sin embargo, los populares, respaldados por caballeros y comerciantes con fuertes intereses en la rica provincia de Asia, se opusieron a esta elección y votaron en la Asamblea por la designación de Mario en lugar del cónsul, a pesar de que Mario los había traicionado doce años antes. Por primera vez, hubo dos generales para la misma acción militar, lo que confirmó el estado de constante desacuerdo entre el Senado y la asamblea de la plebe, desatando así el conflicto inevitablemente. La reacción de Sila ante su destitución rompió todas las normas constitucionales y tradicionales romanas. El cónsul, mostrando una total falta de escrúpulos y respeto institucional, llevó a cabo un golpe de estado, dirigiendo sus tropas contra la capital. Fue la primera vez que Roma se vio asediada y atacada por su propio ejército, pero no sería la última. Sila tomó el control de la ciudad y declaró enemigos del Estado a los líderes populares, ejecutando a algunos de ellos, pero no pudo detener a Mario, quien huyó a África. Ante la presión de sus propios soldados, ansiosos por alcanzar la victoria y el botín contra Mitridates, Sila partió hacia el oriente, previamente anulando la capacidad legislativa de la asamblea de la plebe y transfiriéndola a los comicios centuriados, que estaban mejor controlados por la oligarquía.
En el año 86, Sila llegó a Grecia y comenzó tomando Atenas. Posteriormente, reintegró toda Grecia bajo la influencia romana y logró una victoria total sobre Mitridates al año siguiente, en Dárdanos. El rey del Ponto tuvo que aceptar las condiciones de rendición, que incluían la retirada de todos los territorios conquistados, la liberación de los prisioneros y el pago de una fuerte indemnización. Sila regresó a Roma en el año 83 con un inmenso botín y recursos suficientes para asegurar la lealtad inquebrantable de su ejército.
Lucio Cornelio Sila
Sila fue nombrado dictador con poderes especiales para reorganizar la República romana. Sus reformas constitucionales incluyeron:
1. Restauración del poder del Senado:
- Ampliación del Senado de 300 a 600 miembros con personas leales.
- Devolución al Senado del control exclusivo de los tribunales de extorsión.
- Autorización previa del Senado para proyectos de ley propuestos por tribunos de la plebe.
2. Limitación del poder tribunicio:
- Prohibición de ejercer magistraturas superiores a los tribunos de la plebe.
- Aplicación de plazos temporales para el desempeño de magistraturas.
- Restricción de movilidad para gobernadores de provincia.
3. Otras medidas:
- Abolición de los repartos de trigo a la plebe urbana.
- Legislación contra la inmoralidad y el lujo.
- Abolición del sistema de elección popular de magistraturas religiosas.
Tras dos años, Sila abandonó el cargo y se retiró, creyendo que había resuelto la inestabilidad política. Sin embargo, su enfoque autoritario allanó el camino para la concentración del poder en manos de líderes militares, marcando el fin del dominio aristocrático y el inicio de la autocracia militar en Roma.
Tras dos años, Sila abandonó el cargo y se retiró, creyendo que había resuelto la inestabilidad política. Sin embargo, su enfoque autoritario allanó el camino para la concentración del poder en manos de líderes militares, marcando el fin del dominio aristocrático y el inicio de la autocracia militar en Roma.
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