LA CRISIS DE LA REPÚBLICA: LA EXPANSIÓN ROMANA EN EL SIGLO I a.C

 


LAS GUERRAS SERTORIANAS (80-72 A.C)

La represión implementada por Sila dejó profundas divisiones en la sociedad romana e itálica, una de las cuales fue el conflicto por las confiscaciones de tierras a los itálicos que apoyaron a los populares. Esto generó rebeliones, especialmente en Etruria. Marco Emilio Lépido, uno de los cónsules enviados para sofocar la rebelión, simpatizó con los etruscos, pero fue derrotado por las tropas senatoriales lideradas por Gneo Pompeyo. Los restos del ejército de Lépido se unieron a Sertorio en Hispania.

Sertorio, antiguo lugarteniente de Mario, gobernó la Hispania Citerior y, tras huir de los prosilanos, regresó en el 80 a Hispania, ganando el apoyo de los indígenas. Con un ejército de lusitanos y tropas adicionales de Perperna y celtíberos, controló gran parte de la provincia, enfrentándose exitosamente a las tropas romanas hasta la llegada de Pompeyo en el 75. La campaña de Pompeyo, junto con Metelo, debilitó a Sertorio, quien fue asesinado en un complot liderado por Perperna en el 72. Las fuerzas de Perperna fueron rápidamente vencidas por Pompeyo.

El intento de Sertorio fracasó no tanto por la debilidad militar, sino por la incongruencia de sus alianzas, ya que mientras él buscaba restaurar la política popular en Hispania, sus aliados indígenas solo querían independizarse de Roma. Pompeyo, al regresar a Roma en el 71, dejó en Hispania una red de clientela mediante repartos de tierras, concesiones de ciudadanía y fundaciones de ciudades.

EL LEVANTAMIENTO DE MITRÍDATES 

Mientras los acontecimientos se desarrollaban en Hispania e Italia, Mitridates reanudó sus ataques contra los intereses romanos en Oriente. Lucio Licinio Lúculo fue encargado de dirigir las operaciones contra Mitridates desde el 74 como gobernador de Asia, pero para el 68 aún no había logrado resultados decisivos.

Ante esto, Roma volvió a recurrir a Pompeyo, quien había resuelto el problema de la piratería. En el año 66, gracias a una ley propuesta por el tribuno de la plebe Gayo Manilio, se le otorgaron a Pompeyo plenos poderes para terminar la guerra contra Mitridates.

En dos años, Pompeyo derrotó a Mitridates y dedicó otros dos años a reorganizar los territorios orientales. Fusionó Bitinia y Ponto en una sola provincia y reorganizó las provincias de Asia Menor, que incluían Cilicia y Asia. Intervino en las disputas internas de Palestina, convirtiéndola en un estado cliente, y transformó el territorio seléucida entre el Mediterráneo y el Éufrates en la provincia romana de Siria.

LA CONQUISTA DE LA GALIA (58-51)

Como cónsul, César logró aprobar las demandas de Pompeyo llevando directamente a la Asamblea una ley para asignar tierras a sus veteranos y ratificar la reorganización de Oriente. Además, complació a los amigos ecuestres de Craso al reducir en un tercio la deuda de los contratistas del Estado. Para sí mismo, aseguró el gobierno de las Galias e Iliria durante los cinco años siguientes a su consulado.

Las Galias ofrecían grandes oportunidades de expansión territorial, lo que convenía a las ambiciones de César. Los éxitos militares le proporcionaban tanto gloria como un considerable botín. En la primera fase de la conquista, derrotó a los helvecios y a los suevos de Ariovisto, conquistó Armórica en el 56, y al año siguiente expulsó a los germanos de la Galia central y desembarcó en Britania, aunque sin consolidar posiciones.

En la segunda etapa, llevó a cabo otra expedición a Britania, cruzando el río Támesis, y en el 52 enfrentó un levantamiento general de tribus galas lideradas por Vercingetórix, a quien rindió en Alesia. Para el 51, César había logrado el control total de las Galias.


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