LA ALTA REPÚBLICA Y EL IMPERIALISMO DE LOS SIGLOS III Y II A.C (VI)
IMPERIALISMO Y PRODUCCIÓN ESCLAVISTA: ASPECTOS SOCIALES Y ECONÓMICOS.
Producción agrícola.
En la antigua Roma, la agricultura y la ganadería eran pilares fundamentales de la economía. Los principales cultivos eran cereales como el trigo, leguminosas, viñas, olivos y árboles frutales como la higuera. También se cultivaban hortalizas, legumbres y lino.
Inicialmente, la riqueza se medía en ganado y la tierra se poseía en usufructo, pero más tarde se introdujo la propiedad privada. Las primeras tierras romanas eran pequeñas, pero los romanos mejoraron las técnicas agrícolas, introduciendo el arado romano, molinos eficaces, técnicas de regadío y uso de abono.
Los campesinos poseían pequeñas parcelas o arrendaban tierras de los patricios. Los excedentes de la producción se vendían en las ciudades, y las actividades comerciales y manuales eran realizadas por extranjeros o esclavos debido al desdén de los romanos por este tipo de trabajo.
LA EXPANSIÓN EN EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL.
El escenario griego
La situación en el antiguo imperio de Alejandro
A finales del siglo III a.C., el antiguo imperio de Alejandro Magno se encontraba en una situación de continuas tensiones entre los reinos seléucida, egipcio y macedónico. Estos conflictos afectaban directa o indirectamente al resto de estados orientales.
La intervención romana en el Adriático
La intervención romana en el Adriático había acercado los intereses de Roma al escenario de las ambiciones macedónicas. Esto provocó el temor del rey Filipo V de Macedonia, quien temía una posible influencia romana sobre las antiguas poleis griegas, organizadas en alianzas federales como la Liga Etolia en Grecia central y la Aquea en el Peloponeso.
La Primera Guerra Macedónica
Aprovechando la derrota de las tropas romanas en Cannas frente al ejército cartaginés, Filipo V ofreció su ayuda a Aníbal a cambio de que respetase a Macedonia y su área de influencia. Para evitar la entrada del ejército macedonio en el conflicto, Roma envió una escuadra al Adriático y alcanzó un acuerdo con la Liga Etolia (212). Esto supuso el inicio de la Primera Guerra Macedónica, que finalizó cuando las tropas romanas fueron requeridas en el esfuerzo final de la guerra contra Cartago.
La Segunda Guerra Macedónica
Los aliados griegos de Roma denunciaron ante el Senado los ataques provocados por la política expansionista de Filipo V en el Egeo y Asia Menor, y la ayuda que el rey macedónico estaba prestando a Cartago. Tras la victoria sobre Cartago, Roma declaró la Segunda Guerra contra Macedonia (200), cobijando en la iniciativa a todos los enemigos de Filipo.
La derrota de Macedonia
Tres años después, la falange macedónica fue derrotada en Cinoscéfalo, en tierras de Tesalia. Filipo fue obligado a renunciar a todas las ciudades y territorios ocupados, a reconocer la libertad de todas las poleis griegas, y a pagar una fuerte indemnización de guerra. Los bienes incautados fueron inmensos, y Tito Quintio Flaminino, su vencedor, llevó a Roma un botín expuesto en el curso de una ceremonia triunfal de tres días de duración.
La guerra contra Antíoco III (192-188)
Antíoco quiso ocupar el espacio egeo y la influencia política que Macedonia había ejercido, y en calidad de aliado de los etolios apareció en el escenario griego dispuesto a convertirse en su líder y a librarlo del poder romano ( 192). Pero la realidad fue muy distinta, puesto que Egipto, Rodas, Pérgamo, e incluso Macedonia, permanecieron leales a Roma; ni sus supuestos aliados etolios le ayudaron en el enfrentamiento decisivo. En 191 volvían las legiones a Grecia y Antíoco, derrotado, tuvo que regresar a Siria.
En este punto se produjo el primer paso en el cambio sustancial de la política romana en el Mediterráneo oriental, justo en el momento en que se decidió perseguir a Antíoco hasta la misma Siria, pretextando para ello el asilo que el monarca seléucida prestaba a Aníbal.
La batalla definitiva tuvo lugar a comienzos del año 189 en Magnesia (Asia menor occidental), donde Antíoco fue derrotado por las tropas romanas al mando del cónsul Lucio Cornelio Escipión, pero realmente dirigidas por su hermano Publio, el «Africano», que ejercía como legado de Lucio. Al año siguiente, se acordó la paz en la ciudad frigia de Apamea. Antíoco se vio forzado a abandonar toda pretensión a los vencedores. Junto a los ingresos estatales, los generales romanos se enriquecieron, una vez más, gracias a su participación en los botines y las exacciones impuestas a los territorios sometidos.
El cónsul Gneo Manlio Vulso llegó a Asia para sustituir a Lucio Cornelio Escipión, cuando la guerra con Antíoco hubo terminado, y emprendió una expedición contra los gálatas, razonando que debía proteger a los pueblos griegos de Asia contra los ataques de los bárbaros. Vulso llevó a cabo una larga marcha a través de las regiones centrales de Asia Menor, sometiéndolas a metódicas extorsiones; las ciudades se veían obligadas a entregar víveres y pagar fuertes sumas de dinero si querían obtener la amistad de Roma; en caso contrario eran saqueadas por los soldados romanos. Fue, sin duda, una actuación personal dominada por la ambición y el afán de lucro. Los excesos de la tutela ya eran ostensibles ν en el senado romano surgieron voces críticas contra tales abusos, pero estas acusaciones se hallaban exentas de sentimientos éticos; tras ellas sólo existían motivos de rivalidad política, en cuya lid todo era válido.
La Tercera Guerra Macedónica
Tras la derrota seléucida, Roma liquidó el problema de la Liga Etolia, sometiéndola e imponiéndole la consiguiente indemnización de guerra. Ahora, en el escenario oriental, los romanos quedaban convertidos en potencia hegemónica, y junto a ellos resultaban favorecidos sus aliados más fieles, como la Liga Aquea, Rodas y Pérgamo. Pero los riesgos de la tutela, varias veces mencionados, y el propio ejercicio de la hegemonía, no admitían ni la más mínima sospecha de una oposición armada. Por eso los métodos diplomáticos y conciliadores de Perseo, hijo ν heredero de Filipo V de Macedonia, despertaron tantos recelos en Roma como simpatías generaron entre los pueblos orientales. Perseo fue visto como un líder de los más débiles frente a los abusos de las aristocracias locales, que hallaban en Roma al garante de sus posiciones de privilegio.
Así, el descontento social quiso hacer del monarca macedónico un estandarte de las reivindicaciones contra los poderosos y ello le situó frente a Roma, aun sin desearlo. La situación de dominio en Oriente era ya irrenunciable para los romanos y la suspicacia con la que atendían la popularidad de Perseo les llevó a utilizar a sus aliados de Pérgamo para crear un pretexto de intervención. En el año 171, el Senado dio credibilidad a unas denuncias absurdas de Eumenes de Pérgamo contra Perseo, y Roma declaró la tercera y última de las guerras a los macedonios. Las primeras operaciones militares se decantaron del lado de Perseo, lo que dio lugar a un aumento de su popularidad y al alineamiento de Epiro y otros estados en la guerra contra Roma, o al intento de los prerromanos Pérgamo y Rodas por favorecer un acercamiento entre ambos contendientes, lo que fue interpretado por la arrogante Roma como un acto de traición.
En 168, el cónsul Lucio Emilio Paulo derrotó definitivamente a las tropas de Perseo en Pidna. Se abolió la monarquía y Macedonia fue dividida en cuatro distritos (merides) sin posibilidad de federación entre ellos, confirmando así la preocupación que despertaba en Roma la posibilidad de un renacer macedónico. Los aliados de Perseo fueron igualmente castigados con dureza, como Iliria, que también perdió su monarquía y fue dividida en tres repúblicas independientes. Pero la operación más brutal la sufrió Epiro, con 70 ciudades destruidas y 150.000 de sus habitantes convertidos en esclavos. También se llevó a cabo la deportación a Roma de aquellos significativos personajes griegos que resultaron sospechosos de comportamiento promacedónico, entre los que se encontraba Polibio de Megalopolis.
La ceremonia triunfal de Emilio Paulo en Roma, se prolongó durante tres días, como ya había ocurrido con Flaminino veintinueve años antes. La cantidad de oro, de plata y de objetos preciosos llevadas en la ceremonia fue enorme; una fortuna más que suficiente como para dejar en suspenso la recaudación del tributum entre los ciudadanos romanos.
ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y ADMINISTRATIVA DE LAS PROVINCIAS.
Los nuevos territorios incorporados a Roma por derecho de conquista fueron divididos en circunscripciones conocidas con el nombre de provincias. En origen, la provincia era exclusivamente el ámbito de actuación asignado a un magistrado romano con imperio, pero con el paso del tiempo se convirtió en una delimitación administrativa, generalmente gobernada por antiguos pretores o cónsules, en cuya capital residía el gobernador y se concentraba toda la vida política y judicial de la provincia.
En las provincias la población se articula en agrupaciones urbanas con distinto estatuto jurídico: los municipios, las colonias y las ciudades peregrinas.
Los municipios son ciudades de constitución interna muy próxima a la de Roma, aunque obligadas a satisfacer aportaciones fiscales, son tributarias. Suelen ser ciudades indígenas a las que Roma transforma otorgándoles ciertos privilegios. Hay dos categorías de municipios:
municipios de derecho latino, aquellos en los que sus habitantes gozan del derecho latino, es decir, no son ciudadanos romanos completos, sino que carecen, por ejemplo del ius honorum o del ius suffragii, lo que les imposibilita para votar en los distintos comicios celebrados en Roma o para presentarse como candidato a las magistraturas romanas antes descritas. Ahora bien, pueden ejercer las magistraturas municipales, lo que en muchos casos supone un trampolín para alcanzar la ciudadanía romana de forma individual.
municipios de derecho romano, en los que sus habitantes gozan de la plena ciudadanía romana con todos sus derechos, es decir, pueden participar en los comicios romanos si se trasladan a Roma y ejercer las distintas magistraturas. Estos municipios son como una pequeña Roma, aunque con la particularidad de que debían pagar tributo.
Las colonias se parecen al municipio, pero mientras los municipios eran ciudades preexistentes, las colonias eran ciudades ex novo, lo cual hacía que para su constitución colonial se realizase un ritual de fundación de la colonia llamado deductio. Solían ser asentamientos de soldados licenciados. Como en los municipios, existían colonias de derecho latino y otras de derecho romano.
Tanto los municipios como las colonias contaban con instituciones propias muy similares a las de Roma, no sólo en las denominaciones sino también en la forma de elección, en sus limitaciones y en sus características: los duoviri eran los magistrados supremos de la ciudad. Presidían el consejo de los decuriones (ordo decurionum), un senado local formado por antiguos magistrados, y dirigían la administración local; a su vez, dos ediles se ocupaban de las obras públicas, del abastecimiento y de la vigilancia de los mercados. Finalmente, dos cuestores gestionaban las finanzas locales. Al margen de estos dos tipos de comunidades, en los territorios incorporados a Roma encontramos toda una serie de comunidades indígenas, que no habían recibido el estatuto de municipios, y que reciben el nombre de ciudades peregrinas. Éstas pueden ser de dos tipos: ciudades peregrinas estipendiarías y ciudades peregrinas libres. Tal diferencia suele derivar de la forma de incorporación de la comunidad indígena al control romano.
Eran civitates stipendiariae las sometidas a tributo en especie (stipendium) y carentes del derecho de autogobierno. Procedían del conjunto de comunidades vencidas tras haberse enfrentado a Roma.
En cuanto a las ciudades libres, éstas podían ser:
- civitates foederatae, aliadas de Roma mediante un pacto (foedus), gozaban de gran autonomía.
- civitates liberae, aliadas sin pacto expreso, sometidas a tributación pero con autonomía.
- civitates liberae et immunes, con derecho de autogobierno y exentas de tributación.
Con el paso del tiempo la mayoría de ciudades peregrinas o sus habitantes recibieron el estatuto municipal.
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